martes, 28 de mayo de 2019

La comunicación en las organizaciones, ¿Qué dice una organización cuando no habla? -artículo

El siguiente es un artículo publicado por Ernesto Gore, profesor emérito de la Universidad de San Andrés de Buenos Aires, en su cuenta en la red social Linkedin:

Charla loca y charla tonta ¿qué dice una organización cuando no habla?

¿De qué está hecha una organización? Sin duda podemos pensar una organización en términos de un capital, un mercado, un espacio físico, gente, y máquinas, todos ellos ayudan a definirla, pero hay organizaciones que carecen de alguno o de muchos de estos elementos y gozan de buena salud, internet sin ir más lejos.

En términos generales podemos decir que existe una organización allí donde sea posible reconocer un sistema de acuerdos que coordinan conductas, y entre ellas emociones, humanas. Desde esta perspectiva la organización, es en primer lugar un fenómeno social que se construye con palabras, y está hecha con conversaciones.

Aunque se ha hablado mucho sobre el papel de los fenómenos culturales en la construcción de la identidad organizativa, se suele olvidar el simple hecho de que la cultura organizativa es una “historia”, una narración compartida entre miembros de una comunidad, y que la posibilidad de compartir esa historia tiene mucho que ver con ser parte de ella. Esto nos lleva al concepto de ambiente semántico del que hablaba Neil Postman, un ámbito capaz de dar un significado peculiar a los mensajes que allí se emiten.

Decir “me arrepiento de lo que hice” tiene significados diferentes cuando es dicho en la bolsa de valores, en un shopping o en el confesionario de una iglesia. Por eso un contexto nunca es neutro al aprendizaje y siempre resignifica los mensajes que en él se emiten. Para saber qué es lo que alguien ha dicho no alcanza con conocer su contenido, es necesario entender el ambiente semántico desde el cual se habla. Hablar del ambiente semántico es hablar del contexto.

El primer problema de la comunicación es reconocer el contexto dentro del cual la conversación se da: ¿es en serio o es en broma? ¿lo cree de veras o lo dice por compromiso? ¿piensa hacer lo que dice o está hablando "pour la galerie"? ¿puede hacer lo que dice o habla de lo que no sabe? Cada vez que hablamos con alguien, estas preguntas sobre el contexto nos rondan en tanto son indispensables para entender el significado real de lo que se dice. De la misma manera que conocer a una persona implica conocer el contexto desde el cual habla, conocer una organización es entender el ambiente semántico dentro del cual se desarrolla.

Postman caracteriza como charla loca o charla tonta a aquellas que, con o sin intención, no capturan el ambiente semántico en el cual se desarrollan.

Llama charla tonta es aquella que no sabe en qué contexto se encuentra y charla loca a la que manipula o subvierte los propósitos del contexto para manipularlo.

Tratar al jefe de “señor” y repetir sus órdenes en voz alta para demostrar que han sido comprendidas, puede tener sentido en algunos ambientes semánticos (militares, por ejemplo) y ser tonto en otros. Si mi mujer me dice "mira lo linda que está la luna esta noche" y yo comienzo a hablar de astronomía estoy evidenciando que no entendí el contexto de la conversación y, ergo, que lo que digo es una tontería. Por otra parte, convertir un contexto económico o laboral en uno religioso puede ser una charla loca si lo que se propone es manipular una situación para obtener formas de sumisión y obediencia que no podrían lograrse de otra manera: como en "Él nos ha puesto aquí para redimir la humanidad con nuestro detergente y por eso cumplir con los que nos piden es nuestro deber con Él".

En otras palabras, la organización es un contexto que le da o le quita significado a lo que en ellas se dice o se calla, pero este contexto no existe como marco claro y unívoco para el significado de las palabras. Aunque solemos dar la comunicación por descontada, como si fuera un hecho simple, el mayor problema es que no lo es. El significado depende de nuestra interpretación del contexto y esa interpretación tiene mucho de adivinanza.

Postman menciona distintos elementos que caracterizan a un contexto. Entre ellos los propósitos, las relaciones, el contenido y la charla particular utilizada en esa situación. La organización nos ayuda y al mismo tiempo nos dificulta entender lo que en ella se dice.

Así, los propósitos de una situación guían en gran medida la conducta. Una reunión de trabajo, una entrevista de evaluación de desempeño, una convención de ventas, una clase expositiva, una charla entre amigos, indican propósitos diferentes que pueden definir también contextos de conversación distintos. Terminar una reunión sin que queden claros los acuerdos logrados puede ser razonable en una charla de amigos, pero no en una entrevista de ventas o de evaluación de desempeño.

La conducta de una persona muchas veces tiene reglas institucionalmente fijadas que muy rara vez son desafiadas, en parte porque desafiarlas sería desconocer los propósitos del contexto en el cual la comunicación se desenvuelve. El ambiente semántico es algo que se da por sentado y, en muchos casos nos impone conductas. Por ejemplo, dos personas pueden saludarse cordialmente y comenzar a conversar sobre sus respectivas familias en un contexto laboral, a pesar de no soportarse o más aún, precisamente, porque no se soportan. El contexto no tiene que ver con sus propósitos individuales sino con pautas organizativas tácitas que les permiten ser parte de esa comunidad. Hay organizaciones donde es lógico hacer lo que se dice que se hará, en otras una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. En ellas cualquier novato aprende rápidamente que no se hace lo que se dice ni se dice lo que se hace.

Los propósitos del contexto pueden ayudar a definir la calidad de la comunicación, pero nunca en forma unívoca, ya que ellos mismos son materia de interpretación. es posible que diferentes personas tengan distintas percepciones de un mismo ambiente semántico. Para alguien una reunión de trabajo debe ser un ámbito para ventilar y resolver diferencias, mientras que para otro puede ser un contexto de conciliación y acuerdo al cual es de muy mal gusto llevar discordias que deberían ser dirimidas más bien en forma personal. A veces estas diferencias de percepción no son estrictamente personales y se convierten en parte de la cultura de una organización, lo que lleva a que lo adecuado en una organización resulte desubicado en otra.

Aunque podríamos abundar en más situaciones, en algunos casos hay contradicciones entre los propósitos generales del contexto y los particulares de la situación. Tomemos el caso de un hospital público cuya capacidad de atención está superada por la demanda de los pacientes. Deciden poner requisitos burocráticos, tales como certificado de domicilio o documentación completa para solicitar turno. Estos requisitos, que violentan los propósitos del servicio, les parecen razonables a los actores ya que de otra manera la cantidad de gente a atender superaría el espacio físico y el tiempo profesional disponible. Las necesidades intrínsecas de funcionamiento compiten aquí con los propósitos extrínsecos del servicio.

La comunicación nunca es una "emisión de significantes" aislada del contexto, los problemas de comunicación en realidad suelen estar ligados a un trasfondo donde inciden factores tales como los propósitos de los individuos, lo que se da por sentado de la situación, la forma en que ella es interpretada por los actores y los conflictos que en ella se enfrentan. Aunque nadie pronuncie una sola palabra, la organización siempre está diciendo algo sobre las características de la relación entre sus miembros.

Además de los propósitos, el contexto tiene que ver con las reglas que definen el ambiente semántico. Ciertos aspectos emocionales, tales como el tono (atmósfera, ambiente, textura) y actitudes (entonación, formas de dirigirse, gestos no verbales, pausas, emisiones verbales, etc.) permiten entender cómo se relaciona la gente en un ambiente aún sin saber exactamente qué están diciendo.

Las actitudes suelen aprenderse de manera informal; por lo común en el mundo adulto no se suele hablar sobre las actitudes correctas, es un ámbito donde las verbalizaciones son escasas. Los modales y las actitudes suelen ser respuestas a preguntas políticas referentes acerca de la estructura social y de la importancia que para cada uno tiene integrarse a ella. En general los actores se incluyen o se excluyen de una estructura haciendo coincidir, o no, sus actitudes con la atmósfera del lugar, que por lo general es un dato tácito. En cada contexto hay un cierto “orden” implícito que establece quién habla de qué, cuándo y cómo así como indicadores intangibles sobre la estructura de roles de la situación.

En el campo de las "reglas", a pesar de no haber pautas explícitas, las transgresiones son serias. Por lo general es más fácil cambiar el contenido de una situación que su estructura de roles. Es común que aunque se produzcan grandes cambios de contenido, la estructura (generalmente autoritaria) de las relaciones no se modifique demasiado. Esto es especialmente perceptible en organizaciones que deciden grandes procesos de cambio y donde se intenta "cambiar paradigmas" y modificar profundamente los contenidos de la comunicación sin que estos cambios alteren demasiado la forma de relación entre los actores. La estructura de roles es siempre muy conservadora y resistente a los cambios, por eso en cada organización hay situaciones fácilmente predecibles en tanto los individuos, por no desafiar la estructura de una situación, solemos realizar acciones que de otra manera probablemente nunca llevaríamos a cabo.

También debe tenerse en cuenta que cada ambiente semántico tiene su propio vocabulario técnico y estas palabras técnicas son más importantes de lo que se suele creer. En gran medida no sólo se refieren al objeto, sino que son el objeto. En palabras de Postman: “si no hay con qué hablar, no hay de qué hablar [1]”. Alcanza con intentar describir una escuela sin utilizar esa palabra ni ninguna de las palabras específicas que la definen tales como "aula", "alumnos", "pupitre", "docente", "recreo" o "clase" para ver que es difícil saber de qué se habla sin ellas. Aun más claro es intentar multiplicar 328 por 524 utilizando números romanos.

Aunque solemos tener presente que el lenguaje habla sobre lo que percibimos o lo que pensamos, sus funciones no son solamente pasivas y descriptivas, el lenguaje hace que sucedan cosas, modelando el futuro y la identidad de los hablantes.

Esto es particularmente importante porque discutir qué palabras utilizamos para describir un evento no es “simplemente” entrar en problemas semánticos, de lo que se trata es de controlar las percepciones y las respuestas de los demás. A principios del siglo XX el diario La Prensa, que se oponía al Box como deporte, publicaba los encuentros bajo el título de "Dos hombres se tomaron a golpes de puño por dinero".

En otras palabras: si bien metafóricamente puede ser útil decir que una organización tiene más o menos comunicación, o que dentro de cierta organización, la comunicación es de tal o cual manera, no debe perderse de vista que lo que esas metáforas ocultan es que las organizaciones no son cosas dentro de las cuales se producen comunicaciones sino que son en sí mismos fenómenos comunicacionales que además actúan como ambientes semánticos. Puede afirmarse que una organización no "tiene" comunicación, sino que está hecha de comunicación.

Cuando uno dice, por ejemplo, que la Universidad Nacional de Córdoba cumplió 400 años ¿qué es lo que está diciendo? Una organización incluye fines, procedimientos, sentido, ideas, cosas, gente, mercado, servicios, productos... ¿hay algo de todo eso en común con lo que era la Universidad de Córdoba hace 400 años? Sin duda muy poco ¿Qué es lo que cumple 400 años entonces?

Una organización es siempre una historia de conversaciones y compromisos derivados de esas conversaciones. Es una red de compromisos ligados por historias y narraciones que se proyecta en el tiempo y puede tomar distintas formas, traduciéndose en tradiciones, contratos, estatutos, organigramas, métodos y procedimientos o simplemente hábitos arraigados, usos, costumbres y maneras de hacer las cosas.

De lo anterior surge que donde no hubo conversaciones no hay organización. Por más que suele decirse que las organizaciones se hacen actuando y no conversando, esta contraposición de conceptos no tiene demasiado sentido. Conversar, en tanto coordinación de conductas, suele ser un requisito de la acción. Aún en la acción puramente individual, cada uno de nosotros mantiene diálogos internos que suelen ser internalizaciones de diálogos mantenidos con otras personas.

[1]Literalmente: “If there is nothing to talk with, there is nothing to talk about ”





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