lunes, 6 de junio de 2016

Postales de una Universidad Pública - artículo


Presentamos a continuación un artículo publicado en el día de ayer -21 de Junio de 2015 - en el Diario La Nación: Postales de una Universidad Pública.

Van caminando. Llevan cuadernos, biromes, cuestionarios. Van vestidos de remera naranja ("no por Scioli, sino porque es el color de la Universidad de Rosario", me explicarán con una sonrisa) y se detienen frente a algunas casas, en algunas cuadras. Son más de veinte, llegados desde la Facultad de Ciencias Médicas, y el equipo está a cargo del doctor Damián Verzeñassi. La mitad ya son graduados y la otra mitad está a punto de terminar la carrera. Este será, de hecho, el último examen: una prueba en terreno de lo aprendido en todos estos años.

Y por eso están hoy aquí, en San Salvador, Entre Ríos, haciendo un relevamiento sociosanitario. ¿La razón? Desde hace algún tiempo, la gente ha comenzado a enfermarse más y más gravemente de enfermedades que antes eran rarezas. Sólo en un barrio de la ciudad, el Centenario, hay cuadras con uno, dos, tres enfermos (o muertos) de cáncer. Por eso hubo marchas y movilizaciones, y vecinos en la calle preguntando de qué se trata, por qué se enferman, de qué se están muriendo.

Por eso está hoy la universidad aquí. Y la universidad son estas caras frescas -pero concentradísimas- que golpean las manos, explican a qué han venido y en base a un cuestionario especialmente diseñado relevan la situación. Los vecinos aprovechan para contar entonces lo contado mil veces: que el polvillo que despiden los molinos, que el agua oscurecida, que los mosquitos (así se les dice a las fumigadoras terrestres), que el aire como una niebla pesada sobre la ciudad. Este estudio no es una excepción, sino uno más dentro de una veintena de campamentos sanitarios realizados hasta ahora en otras localidades. Adonde haya vecinos preocupados por muertes sospechosamente jóvenes y frecuentes, allá van ellos. A devolver, dicen, parte de lo que la gente alguna vez les dio pagando con sus impuestos los estudios de todos. Sus títulos de médicos.

Pero no están solos. Hay también aquí, y por toda una semana, un grupo de químicos de la Universidad de La Plata. Las mismas caras frescas, el mismo entusiasmo. Ellos están a cargo del denominado monitoreo ambiental. Al frente de este equipo va el doctor Damián Marino y buscan (en el aire, en el suelo, en los cursos de agua) las posibles causas del daño.

A veces llevan algo parecido a probetas, otras veces inexplicables elementos que sacan de cosas parecidas a una caja térmica. Toman muestras, hablan con la gente. Finalmente todos, médicos y químicos, se van. A seguir trabajando para volver -dentro de seis meses- con las pruebas científicas de lo que sucede. Con la clase de respuestas que hasta ahora nadie dio, y que los vecinos esperan. Se hará entonces una conferencia de prensa.

Sólo quien haya egresado de una universidad pública podrá entender en toda su dimensión lo que un episodio así significa. Lo que emociona -y tranquiliza- ver a tantos chicos explicando con hechos para qué estudiaron: para poner todo lo que saben al servicio de los que no pudieron estudiar. Será la edad, será ver en ellos no ya a compañeros sino a hijos, será reencontrarse con el entusiasmo y la misma fe que alguna vez se tuvo. No sé, en verdad, qué sea. Pero con ellos ahí hay algo -un sentido de lo público, algo de eso que un día llamamos "bien común"- que vuelve a estar en su lugar. La universidad pública sigue siendo lo que alguna vez fue: la posibilidad de aprender y de compartir lo que se aprendió. De que la ciencia se ponga al servicio de la gente. Así de fundamental. Así de olvidado. Así de necesario.

 Telam
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